András, 04 Septiembre de 2020
Nos encontramos ante una situación inédita y que, sin duda, marcará el futuro de las siguientes generaciones. No se habla de otra cosa, nadie piensa o planifica más allá del corto plazo porque, para la mayoría, este será el hecho extraordinario más relevante de sus vidas.
Es muy difícil hacer un diagnóstico más o menos perfilado de la situación, ni siquiera somos conscientes de atisbar hasta dónde puede llegar esto, pero estamos ante un momento clave, en el que tenemos que ir probando cosas, para ver qué funciona y si debemos realizar cambios o, por el contrario, seguimos por el mismo camino.
La conferencia de presidentes que se celebró hace unas semanas iba precisamente de eso, de saber qué camino tenemos que tomar y si las medidas que están sobre la mesa funcionan o necesitan de mejoras. Por eso se trataba de algo poco habitual, no tenía nada que ver con las que se venían celebrando por videoconferencia durante el confinamiento y que tenían como objetivo el intercambio de información. Sin embargo, nuevamente salen a relucir los intereses partidistas en vez de pensar en cómo luchar contra el enemigo invisible.
En España tenemos un problema añadido a cualquier situación que debemos afrontar, y son las tensiones territoriales; que ya existían, pero que ahora se han recrudecido en forma de insolidaridad y deslealtad. Urkullu amenazó con no ir aunque luego se presentó por sorpresa; y Torra ni apareció. Este tipo de reuniones deberían ser obligatorias, porque estos señores no están ahí por ser quiénes son, sino porque representan una figura que forma parte de la estructura del Estado y si no quieren aceptar las normas, lo que tienen que hacer es irse a su casa y dejar paso a otro.
El caso es que al Gobierno se le presentó una formidable oportunidad de hacer patria frente al comportamiento mezquino del presidente de la Generalitat, quién no acudió a la reunión para, según su disparatada cabeza, no respaldar a Felipe VI, pero que debería haber ido para respaldar a sus paisanos, que están muy necesitados, puesto que Cataluña es una de las regiones más castigadas por la pandemia.
Torra no le hizo el vacío al Rey, se lo hizo los catalanes, por su propia petulancia y por vivir en el bucle absurdo en el que vive. Y es precisamente ese vacío el que el gobierno español tendría que llenar, aprovechado la oportunidad para hacerle ver a los catalanes que hay una España solidaria que también atiende sus necesidades incluso cuando su presidente se guía por criterios mezquinos y se niegan a asistir a reuniones dónde se está dirimiendo el futuro del país y de los propios catalanes.
Publicado en PontevedraViva.com el día 04 Septiembre de 2020
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