Pontevedra, 24 Agosto de 2018
Un nuevo caso de abusos sexuales a niños nos ha golpeado estos días y otra vez, con la Iglesia Católica por medio. Tan deleznables son quienes cometen tales actos, como aquellos que desde dentro de la propia organización ponen paños calientes, tratando de minimizar la gravedad de los abusos, o incluso encubriéndolos.
El informe del jurado de Pensilvania es estremecedor, porque se trata de un auténtico relato de terror. El asunto de los abusos sexuales a niños por parte de sacerdotes no es exclusivo de los americanos, ni un problema reciente. Es un problema que la propia Iglesia arrastra desde siempre y posiblemente arranca en su propia fundación.
No se trata, como algunos tratan de hacernos ver, de pederastas que se hacen sacerdotes para esconder sus tendencias, sino que es la propia organización a la que pertenecen, que los somete a unas condiciones en las cuales la tentación se hace irresistible. Me refiero al celibato, una norma primitiva y antinatural en la que a adultos se les prohíbe cualquier ejercicio de sus sexualidad durante toda su vida,y además, a los que se pone permanentemente en contacto con niños pequeños por el papel que siempre han tenido en la educación.
Es decir, niños en manos de adultos sometidos a una tensión de abstinencia sexual insoportable y de por vida. Nos escandalizamos porque los musulmanes obligan a las mujeres a llevar burka, pero aceptamos como normal que se condene de por vida a cualquier actividad sexual a determinadas personas en la Iglesia Católica.
De igual forma que nos parece normal, que todavía haya una organización como la propia Iglesia Católica que siga manteniendo la segregación machista que impide a las mujeres ejercer el sacerdocio.
El Papa ha pedido generar un cambio cultural para evitar los abusos sexuales por parte del clero. Pero se no es ese el camino Santidad. No está mal provocar un cambio de mentalidad en la comunidad católica que eviten esos actos repugnantes, pero lo que hace falta es aplicar la ley,que la propia Iglesia se someta a ella y que dejen de amparar a los pederastas que hay en su organización.
Porque no estamos ante un problema de régimen interno de la Iglesia, sino un problema de política criminal, ya que lo que hacen estos sacerdotes es cometer delitos, y por tanto, si quieren de verdad combatir este problema, lo que tienen que hacer aparte de grandes escritosy declaraciones más o menos grandilocuentes, son dos cosas.
Una, revisar la raíz del problema, que claramente está en la barbaridad del celibato; y dos, colaborar con la justicia, no para que estos señores sean apartados de la Iglesia,sino para que sean juzgados y si es posible condenados y encarcelados, que es donde se merecen y deben estar.
Publicado en PontevedraViva.com el día 24 de Agosto de 2018
No hay comentarios:
Publicar un comentario