Pontevedra, 01 Diciembre de 2017
La deriva machista que pretende convertir a la
mujer en propiedad privada del hombre, es un problema que nos afecta y debe
involucrar a todos en la solución. Durante muchos años, en este
país se permitió, fomentó e incluso se educó en la supremacía del hombre sobre
la mujer. El hombre era el único que podía tomar las decisiones personales y de
la pareja. La mujer se ceñía a tener un papel testimonial, de comparsa al lado
del hombre, y como un objeto sexual para satisfacer las necesidades más básicas
de éste.
Pero no
solo se le relegó a un papel de sumisión, sino que la cosa iba mucho más allá y
además de tener anulada su personalidad, estaba
obligada a aguantar humillaciones verbales e incluso abusos físicos cuando la
situación así lo requería. De todo ello hubo muchos responsables, empezando por
el propio régimen franquista y pasando por la Iglesia Católica, que recomendaba
a la mujer aguantar ante los embistes agresivos de los hombres. Un
auténtico desastre de la España franquista que nos está costando dejar atrás.
Afortunadamente
la España de hoy no es la de hace cuarenta años, y la educación ha provocado un
cambio tremendo en igualdad entre ambos sexos. Sin embargo, sigue existiendo un rescoldo machista en muchas
personas que todavía piensan que la mujer es de su propiedad y que las pueden
maltratar cuando les viene en gana solo porque se creen con el derecho de
hacerlo.
Y ese es
precisamente el regusto que asoma en la defensa de los cinco seres humanos apodados La Manada, que presuntamente violaron
a una chica en los Sanfermines de hace un año. Vaya por delante que los
abogados tienen el legítimo derecho de defender a cualquier acusado de cometer
un delito pero, con algunos argumentos que en este caso se han esgrimido, rezuma
un cierto tufillo machista de antaño. Me
refiero a considerar que hay que tener en cuenta las costumbres o la forma de
vida de la mujer presuntamente violada para saber si hubo o no consentimiento.
¿Qué importa cómo viva? ¿Qué importa si es más o
menos promiscua? ¿Qué importa si se acuesta cada día con una persona diferente? ¿Es que
no puede en el ejercicio de su libertad individual hacer lo que le venga en
gana con su cuerpo? ¿Es que en caso de hacerlo, la hace merecedora de un
encuentro sexual no deseado con cinco indeseables como estos?. En fin, parece
que todavía tenemos mucho que avanzar. Por
lo menos, otros cuarenta años para entender que cuando alguien dice no, es
¡NO!.
Publicado en PontevedraViva.com el día 01 de Diciembre de 2017
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