Pontevedra, 21 Octubre de 2016
Desconocer y despreciar el pasado puede traer consecuencias
amargas. No hay nada como conocer
nuestra propia historia para saber de dónde venimos cuando nos marcamos el
objetivo de donde queremos llegar, y esto es aplicable a personas y a pueblos.
Tener un sentimiento de pertenencia a un lugar, raíces y haber nacido allí, hace que te impliques más en aquellos tareas
que pueden servir de desarrollo y progreso al lugar del que provienes. No
significa que el cariño y la adhesión a un lugar no se pueda adquirir, pero si
vienes con ellos de serie, mejor.
Las empresas fichan directivos, empleados que lo dan todo
mientras están en ellas. Mercenarios que
se implican a cambio de un salario, pero igual que lo hacen ahora por esta,
lo harán mañana por otra que les pague más.
El teórico carácter vocacional y desinteresado de la
política debería ser suficiente justificación para pensar que esto no ocurre en
esta actividad. Sin embargo, no es así, la
política se ha convertido en una profesión más, en un medio para ganarse la
vida y muchas veces los partidos también realizan fichajes para
candidaturas por provincias o ciudades de las que, como mucho, el candidato
solo conoce el nombre. Y ello es un enorme error, sobre todo para los intereses
de los ciudadanos. Porque aquí si que los sentimientos importan.
El político llega como un empleado del partido de turno,
y lo único que hace es trabajar para el partido, con objetivos única y exclusivamente
partidistas que le permitan mantener el poder. Contrataciones masivas para
extender la red de favores y amasar votos que contenten las ansias de poder de
los superiores. En una palabra, el
mercenario político trabaja para la empresa que le ha contratado, pero ignora
las necesidades de los que le pagan el sueldo.
Por desgracia, ejemplos
de esos abundan en nuestra geografía, pero nos duelen más los que nos tocan
directamente. Todos conocemos algún caso del típico emigrante político que
se ha hecho con el poder municipal y campa a sus anchas rodeado de mascotas que
le hacen la pelota. Carecen de proyecto de futuro, no hay ambición, no hay
ideas, no hay ganas, no hay casi nada. Y lo poco que hay, si parte de gente que
tiene una idea política diferente, se desprecia y acalla. El problema radica en la enorme incompetencia, en la poca
profesionalidad y la dejadez, pero además, en estos casos se une una falta
de sentimiento de pertenencia al lugar en el que trabajan porque no han nacido
allí ni hay nada que les una salvo unas siglas y un sueldo.
Publicado en PontevedraViva.com el día 21 de Octubre de 2016
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