Pontevedra, 03 Junio de 2016
Suele decirse que
Dios le da pan a quien no tiene dientes, y eso es precisamente lo que le pasa a
Venezuela. Un país que lo tiene casi todo para ser competitivo, moderno y desarrollado,
pero que sin embargo carece de lo más importante, porque le faltan dirigentes
competentes que piensen en la nación antes que en ellos y hagan de
Venezuela un país próspero y vanguardista. Se habla mucho de la etapa
revolucionaria de Hugo Chávez y su adlátere Nicolás Maduro, pero las cosas
antes de ellos no estaban mucho mejor: desigualdad, pobreza, corrupción,
violencia, desabastecimiento, etc... eran características compartidas con la
etapa actual. Digamos que el chavismo lo han empeorado, pero ya venían de una situación
de putrefacción institucional que estaba desangrando al país.
Los problemas se
agolpan en la joya del Caribe, y casi todos se deben a la poca capacidad de sus
dirigentes, aunque también, porqué no decirlo, al poco acierto de los
venezolanos en la elección.
La crisis económica es brutal,
con una inflación que roza el 60% y provoca enormes trastornos en la población. La
capacidad adquisitiva cayó un 30% en un año y la sociedad está dividida,
sobre todo en lo económico, porque no
hay clase media, solo ricos o pobres, con una gran mayoría que no pueden ni
acudir al médico porque, sencillamente, no tienen dinero para ello.
La población carece de artículos de primera
necesidad como papel higiénico, leche, azúcar o café. Y a todo esto, hay que
añadir constantes restricciones eléctricas que afectan duramente al sistema
productivo ya de por sí muy deteriorado. De todo ello Gobierno y oposición se
culpan mutuamente. El Gobierno dice que la escasez es un boicot, y la oposición
culpa al Gobierno por espantar las inversiones extranjeras. Lo único cierto es
que los que pagan las consecuencias son
los venezolanos, sobre todo los más desfavorecidos.
En medio de esta maraña de problemas que
se superponen y acrecientan, el chavismo observa con cierta impotencia cómo va
menguando la base social que lo sostiene. La oposición presiona
para que se convoque una consulta popular revocatoria del mandato de Nicolás
Maduro, pero el Gobierno hasta el momento ha descartado esa
posibilidad, y esa negativa provoca un mayor
conflicto político y social. Los opositores observan expectantes al Ejército,
al que ya han aludido como posible salida a la negativa del
Gobierno. Es decir, la oposición no
vería con malos ojos una intervención militar “pacífica” que obligue a instaurar
el orden social, y esto en sí mismo, ya es una locura.
El chavismo se ha quedado sin aliados de peso en
la región, y Maduro, que no aglutina las misma simpatías que Chávez
ni tiene su carisma, naufraga en su intento de renacer de las cenizas al
comandante fallecido. Porque cuanto más se le complican las cosas, más
autoritario se vuelve, y a la vez, mayores son las antipatías internacionales.
Pasa el tiempo, cada vez la población tiene más y
peores dificultades, y Venezuela se difumina. Y para mayor escarnio, es como si el resto del mundo lo hubiera
desahuciado de su propio espacio.
Publicado en PontevedraViva.com el día 03 de Junio de 2016
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