András, 24 mayo de 2024
El pasado fin de semana, se reunieron en Madrid los líderes de la vergüenza, los salvapatrias que utilizan la democracia para tratar de destruirla. Que la ultraderecha mundial se reúna aquí no es lo mejor para la imagen del país. Podíamos haber sido noticia por otra cosa, pero lo fuimos porque un grupo de descerebrados, ansiosos de un pasado tenebroso, se juntaron para lanzar sus proclamas populistas.
Para que todo el mundo lo entienda, esta gente promueve la violencia contra sus rivales, niegan el sistema electoral y los crímenes de las dictaduras, el cambio climático y la violencia de género. Están en contra del derecho al aborto y de la libertad sexual, del estado social y de la justicia redistributiva.
Son machistas, xenófobos y homófobos. Defienden el genocidio en Gaza, son antieuropeístas, antifeministas, odian la libertad, la igualdad, la defensa de las minorías, lo odian todo y basan su discurso en decir que son los otros los que los odian a ellos. Son gente que, como su anfitrión Abascal, por ejemplo, muestran una preocupante nostalgia por la España franquista.
La estrella de esta banda es el presidente argentino (pobres argentinos), que define el Estado como “una organización criminal violenta que se financia con una fuente coactiva de ingresos llamados impuestos” y que considera una "aberración social” la justicia redistributiva.
Posiblemente, a muchos de nosotros, nos han enseñado en el colegio que el Estado somos todos. Por tanto, según Javier Milei, el médico que nos atiende en el hospital público o la profesora que nos enseñó a leer en primaria, forman parte de una organización criminal.
En realidad, declaraciones de tal calibre son totalmente ridículas y no deberían siquiera ser merecedoras de comentario. Más allá de la estupidez que suponen tales afirmaciones, y de la caricaturización que de ellas podamos hacer, lo grave es lo que les pasa por la cabeza a esta gente que, no olvidemos, cada vez se están haciendo más fuertes en el mundo, y son el mayor peligro al que se enfrentan las democracias.
Se augura un ascenso inédito de la ultraderecha, pero no nos demos amedrentar por el cónclave de los fascistas. Debemos poner pie en pared para frenar lo que sería un tremendo retroceso en los avances logrados en los últimos años. Al fascismo solo se le para con democracia y, sobre todo, con el voto. Solo faltaban los idiotas del terror en estos tiempos de locura.
Publicado en PontevedraViva.com el día 24 de mayo de 2024
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