Pontevedra, 07 Septiembre de 2018
Arranca septiembre y, como cada año, asistimos a otra de las tradiciones de nuestro país, la compra de los libros de texto para el nuevo curso;y con ello, el eterno (y estéril) debate sobre la gratuidad de los mismos. Desde que tengo uso de razón es un tema recurrente que aparece en septiembre y desaparece en octubre.
Alrededor de este asunto, hay muchas preguntas que nos hacemos todos,pero que nadie responde porque posiblemente no interesa. Por ejemplo, ¿por qué el año 2014, el Ministerio de Educación se negó a aceptar una propuesta del Consejo Escolar de Estado en la que se pedía la gratuidad de los libros de texto?
Obviamente el precio es importante, porque nada es gratis. Pero en el debate de los libros de texto se dejan siempre fuera las preguntas centrales de su empleo en la enseñanza: ¿qué es mejor para los niños?, ¿por qué el sistema es así y no diferente?, ¿son los libros una herramienta central e imprescindible para la enseñanza básica?.Y asumiendo que lo puedan ser, ¿quién debe decidir qué libros se utilizan?, y lo más importante, ¿quién debe pagarlos?.
Siendo la educación un derecho fundamental que además debe ser gratuito, ¿por qué hay que obligar a las familias a comprar los libros de texto?.¿Quién gana en todo este negocio?
Tenemos un sistema educativo que deja muy poco margen a los docentes para la innovación a la hora de impartir las materias. Sin embargo, en el tema de la elección de los libros que deben utilizar nuestros hijos, parece que tienen toda la libertad. Es decir, en la elección de contenidos quien decide es el Gobierno de turno (por motivos evidentes), pero en lo que va al bolsillo de los padres, deciden los centros educativos.¿Qué diferencia hay entre un manual de matemáticas de una u otra editorial para el mismo curso? Ninguna. Por tanto, ¿por qué cada centro educativo elige el que más le conviene?. ¿Por qué no se les exige justificar estas decisiones desde el punto de vista pedagógico?
¿Por qué tenemos que pagar a las editoriales cantidades ingentes de dinero por unos libros que parecen cómics? ¿Por qué no se regulan los precios estableciendo una igualdad en función del curso y la materia? ¿Por qué no se imprimen en las imprentas de las Diputaciones y se hacen todos iguales?
Lo cierto e indiscutible, es que igual que ocurre con otros servicios básicos como la electricidad, el gas o el agua, pagamos lo que nos piden sin que entendamos muy bien el porqué de los precisos que pagamos;simplemente pagamos y punto. Por tanto, otro curso y otro sablazo a los bolsillos de las familias.
¿No tendremos la educación de nuestros hijos en manos de un poderoso lobby que maneja los hilospara que se siga imponiendo un modelo de educación basada en la compra de unos manuales de los que se podría prescindir?
Pero no debemos inquietarnos demasiado por ello, porque hasta el próximo año no volveremos a preocuparnos por los libros de texto.
Publicado en PontevedraViva.com el día 07 de Septiembre de 2018
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