Pontevedra, 23 Marzo de 2018
Hay ciertos debates que conciernen a cuestiones
de Estado, que deberían estar por encima de los intereses partidistas y, sobre
todo, no utilizarse con fines electorales. Esto es lo
que se debería hacer en una democracia avanzada, madura y moderna, con
políticos que estén a la altura de las circunstancias. Pero eso es precisamente
lo que no pasa en España, por desgracia para todos.
Las
pensiones, por ejemplo, son un problema de Estado que requiere de la acción e
implicación de todos los actores políticos, sin electoralismo. Lo mismo ocurre con la reforma del código
penal, que requiere de un consenso transversal. Mientras este tipo de
asuntos estén expuestos a las emergencias electorales de unos y otros, el
debate será una auténtica degeneración, improductivo y que solo servirá para
generar odio entre diferentes bandos.
Lo hemos
visto en el presunto debate que se celebró en el Congreso para tratar el tema
de la cadena perpetua (lo los partidos de derechas pretenden disfrazar con la
denominación edulcorada de prisión permanente revisable). En ese pleno, el representante del PP brindó su discurso a los padres
de las víctimas que estaban en el hemiciclo, lo que significa una intoxicación
rastrera del debate. A ello hay que añadir el megáfono con el que el
representante del PSOE respondió, con un discurso mitinero, más propio de una
asamblea del partido que del Congreso de los Diputados.
Ciudadanos,
en poco tiempo ha cambiado radicalmente de postura y ha pasado de referirse a
ella como una demagogia justiciera, a defenderla solo porque las encuestas le
dan favorables y necesita sumar votos. Y
lo de Podemos no tiene nombre, un partido que presume de su carácter
asambleario, pero que en este asunto no se atreve a realizar la consulta, no
vaya a ser que obtengan la respuesta que no desean oír.
El debate político no puede ser esto. No puede
ser un elemento que ayude a aumentar la psicosis nacional de ciertos asuntos. Más bien
lo contrario, debe servir para apaciguar, moderar posturas y, en la legítima
defensa de todas las posiciones, ayudar a bajar la tensión y poner la debida
moderación sobre temas tan escabrosos donde el corazón suele mandar sobre la
razón.
La
percepción del problema es mucho más grave de lo que la realidad nos marca,
porque se da a entender que en España los violadores y los asesinos campan a
sus anchas y que salen de la cárcel cuando quieren, lo cual no es cierto. Se consolidan mensajes que contribuyen a
crear un clima de impunidad, generando desazón y psicosis en la sociedad.
En este ambiente es imposible legislar, y los políticos deberían alejarse de
este clima de venganza.
Lo menos
que se debió hacer fue suspender el debate, pero lejos de hacerlo, se llevó a
su extremo más abyecto, con un espectáculo bochornoso y con una degeneración
total de la clase política española. Ninguno se libró. Todos han hecho del asunto un tema de interés político para
transformarlo en votos.
Publicado en PontevedraViva.com el día 23 de Marzo de 2018
No hay comentarios:
Publicar un comentario