Pontevedra, 27 Enero de 2017
Ultranacionalista y agresivo, así
califican los medios estadounidenses al presidente Trump. La verdad es que el
magnate neoyorquino se lo ha ganado a pulso, pero él no engaña a nadie, y no se
puede decir que haya interpretado un papel para llegar a la Casa Blanca. Más
bien todo lo contrario, puede que ahora que ha alcanzado la presidencia,
edulcore un poco sus propuestas, porque una cosa es hacer campaña, y otra bien
diferente gobernar. ¿Qué ideología tiene Trump? ¿Pueden ser peores sus promesas
electorales que las decisiones de gobierno?. Pueden serlo, pero lo preocupante
es que le han votado por las promesas.
Todo en él es una incógnita, y
aunque la realidad pueda ser bien diferente a la teoría, mucho tendría que
endulzar su mandato para que mudásemos la idea que nos ha proyectado. De momento,
se ha propuesto eliminar de golpe el legado de su antecesor, al que pretende
convertir en un mal sueño que los americanos han tenido que vivir durante los
últimos ocho años. Desde el primer día de su gobierno, ha comenzado a
desmantelar la obra de Obama. Como primeras medidas, ha firmado una orden para
derogar el seguro sanitario y convertir las deportaciones de los simpapeles con
antecedentes en una prioridad. Además sigue empeñado en construir un muro que
le separe con Méjico y pretende pasarle la factura a los propios mejicanos.
También tiene previsto apoyar
la famosa Segunda Enmienda de la Constitución, que ampara la posesión de armas
de fuego. Eliminará el plan de Acción Climático buscando una mayor dependencia
del petróleo y pretende retirar a EEUU del Tratado de la Alianza Transpacífica
(TPP) que fue firmado por Obama en febrero pero que falta ser ratificado. Como
vemos, todas estas medidas son de una clara cerrazón y van encaminadas a
conseguir lo que ha sido el eje principal de su campaña y de su filosofía: “América
primero”. Con este eslogan ha convencido a muchos americanos.
Trump es un americano muy rico
que ha alcanzado el poder con los votos de sus conciudadanos, pero en el fondo
no es más que un populista nacionalista, retrogrado y casposo por muy de Nueva
York que sea. No entiende que la grandeza de EEUU está en sus habitantes pero
también en todos los que llegan de fuera, en las inversiones de otros países,
en los acuerdos comerciales con medio mundo…
EEUU ha escogido, y hay que
respetar la decisión de sus ciudadanos aunque en muchas ocasiones, igual que en
otros países, se equivoquen. Pero así es la democracia. El problema es que EEUU
no es un país cualquiera. Es la principal potencia mundial, y sin duda la que
mayor influencia ejerce sobre el resto del mundo. Y este ejemplo podría correr
como la pólvora, sobre todo en Europa, donde ya hay otros populismos ultras que
tratan de ver a Trump como un ejemplo a seguir. Europa debería mirar esto con
preocupación, establecer una política común única en temas estructurales y
tratar de hacer un escudo de protección del proyecto que tanto tiempo ha
costado construir pero que se podrá tirar por tierra a las primeras de cambio.
Publicado en PontevedraViva.com el día 27 de enero de 2017
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