sábado, 14 de enero de 2017

Liderazgo reprochable

Lisboa, 13 Enero de 2017

Esta semana he leído que Telecinco ha sumado un nuevo año como líder de las cadenas comerciales y que es la más vista por quinto año consecutivo. En sí misma la noticia no tiene porqué ser mala, el problema es que Telecinco bate récords de audiencia con programas de moralidad dudosa y de una calidad audiovisual lamentable.

La televisión es el opio del pueblo, y para mucha gente la única vía de escape en una vida vacía de satisfacciones. Bien utilizada puede ser una ventana al mundo, pero mal usada puede ser la peor arma de destrucción que nos podamos imaginar. Antes, las personas se formaban una opinión a partir de la propia reflexión personal y de la influencia de personas cercanas, además de otras consideraciones morales, éticas, filosóficas o religiosas. Hoy en día, en la gente pesan más las informaciones y comentarios que ven en los medios de comunicación. ¿Somos más libres hoy que antes?. Con la televisión, ¿tenemos una visión real de lo que ocurre a nuestro alrededor, o la que nos quieren hacer ver?.

Esta influencia es mucho mayor en los niños, las personas mayores y la gente de bajo nivel cultural, que son altamente influenciables y a los que se manipula con programas de entretenimiento fáciles de consumir que adormecen el cerebro.

Y ahí es donde entra en juego la telebasura, un producto que cumple perfectamente la labor de anestesia. Se vende una forma irreal de entender la vida, mostrándonos una falsa realidad. Es como si el espectador fuese capaz de vivir otras vidas, de gente aparentemente exitosa pero que en el fondo son igualmente manipulables y tienen las mismas carencias que aquellos que les siguen.

La gente que consume este tipo de televisión presenta una especie de alienación, perdida de autonomía y estima personal, para dar por buena la mediocridad y su mente es invadida por una absurdez y una zafiedad enormes. El espectador queda como en estado de sock mental, sonámbulo delante de la televisión para engordar las cifras de audiencia de la cadena.

Lo fácil es quedarse atado a la telebasura. Para el consumidor esta es la elección fácil, y para el poder económico y político también, porque tienen claro cuál es el camino que debe recorrer la población.

Y aunque es verdad que la decisión última de lo que ve en televisión es individual, debería haber unas normas mínimas de obligado cumplimiento para todas las cadenas, pero no con el fin de limitar su libertad de expresión, sino con el objetivo de salvaguardar ciertos principios morales y éticos y que impidan dañar a quienes no saben diferenciar lo que de verdad les conviene. ¿Pero qué vamos a pedir a la Administración si ni siquiera es capaz de conseguir contenidos de calidad en las televisiones públicas?. El liderazgo con este tipo de producto, es realmente reprochable.

Publicado en PontevedraViva.com el día 13 de Enero de 2017


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