Pontevedra, 19 Agosto de 2016
Los gallegos nos pasamos buena parte del tiempo mirando
al cielo. Y no es por esa obsesión que tenían los galos al miedo que se nos
venga encima, sino pendientes del tiempo. A principios de verano deseando la
llegada del sol y a mediados, la de la lluvia que apague el fuego de nuestros
montes. Galicia arde por los cuatro costados, y los incendios arrasan los montes gallegos y los llena de ceniza
provocando la desolación ente las personas que temen por sus casas. Ese es
otro tema que habría que analizar, el porqué las casas en Galicia están
desperdigadas por cualquier sitio, resultado de la ausencia de una política
urbanística y de ordenación del territorio como se merece una población tan dispersa
como la nuestra. Parece que todos están de acuerdo en que una buena
planificación territorial sería indispensable en la prevención de los
incendios, pero eso parece que no interesa a ningún partido, porque desde que
tenemos gobierno autonómico, no se ha afrontado el asunto con la profundidad
requerida.
En lugar de ello, prefieren utilizar el fuego como arma arrojadiza para tirarse los trastos a la
cabeza. Cada uno desde la posición en la que está ve las cosas de forma
totalmente contraria al otro. Pero es curioso, porque cuando vuelve a la
posición inicial, su forma de ver el problema vuelve a mudar. Los políticos son
tan volubles como el propio fuego, que está a merced del viento que lo mueve.
Los incendios no deberían formar parte de la contienda política, sin embargo no
es así, y los políticos juegan con el fuego igual que hacen con otros tantos
temas con el único interés de arañar un puñado de votos.
En el año 2006,
Galicia parecía la Roma de Nerón, cuando una plaga de incendios asoló los montes, e
incluso se llevó alguna vida por delante. Gobernaba el bipartito, y el PP se
hartó de hacer política con los fuegos, acusando a PSOE y BNG de una falta de
planificación en la lucha contra el fuego, además de una carencia total de
medios de prevención y extinción. Tanto utilizaron los incendios con fines
electoralistas que el propio Feijoo, por aquel entonces candidato a la Xunta, llegó
a fotografiarse con una manguera de jardín tratando de sofocar un fuego. Una
foto que, de haber memoria en este país, debería perseguirle el resto de su
vida, por lo que tiene de sensacionalismo en un momento tan duro y angustioso para
aquellas personas que temían por sus casas e incluso por sus vidas.
Pero los incendios han vuelto como cada verano. Y lo han
hecho con efectos e intensidad parecida a la de hace una década. El que antes era candidato ahora es
presidente y responsable de la gestión, y su discurso ya ha cambiado. Ahora
habla de “actividad anormal”, cuando antes hablaba de desastre de gestión. Y
habla de “utilización partidista”, y de “atentados” y de “instinto criminal” de
los pirómanos que prenden fuego al monte.
En definitiva, lo de siempre. Solo falta que a la vista
de los últimos sondeos que auguran un posible empate técnico, Feijoo salga de nuevo con la manguera para
tratar de sumar los votos que le pueden faltar en las próximas elecciones
de octubre.
Publicado en PontevedraViva.com el día 19 de Agosto de 2016
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