Pontevedra, 12 Agosto de 2016
Los golpes de Estado más efectivos son los que se dan sin
armas y sino que se lo pregunten a los turcos. Efectivamente, existen los
golpes sin armas en los que el propio Gobierno se arroga poderes extraordinarios
que acaban por eternizarse y es la propia maquinaria del Estado la que subvierte
el Estado de derecho. Esto es más o
menos lo que ha sucedido en Turquía, donde tras la intentona golpista del
Ejército, el presidente turco no ha podido contener la tentación de responder
de forma desproporcionada. Las amenazas
sobre recuperar la pena de muerte y aplicarla de forma retroactiva o la
suspensión de centenares de jueces deberían poner en alerta a la comunidad
internacional, ya que el apoyo a la democracia conlleva también ser crítico
frente al autoritarismo.
Erdogan ha tomado las riendas del país con mano de
hierro,
reaccionando de forma desproporcionada y rencorosa contra aquellos que no piensan
como él y que, de alguna manera, le son contrarios. Esa reacción esconde la
idea que realmente Erdogan tenía y tiene de la democracia.
Y como siempre, los que pagan
las consecuencias y los platos rotos son los ciudadanos. En su respuesta a los
golpistas, Erdogan se ha llevado por
delante más de 200 muertos, más de 1.500 heridos y casi 3.000 detenidos sin más
motivo que la venganza. Pero el presidente turco tapa toda la información y
vende a la comunidad internacional una situación bien diferente, erigiéndose como
redentor de la legalidad del país que ha frenado un intento de golpe militar. Él,
al más puro estilo de los grandes dictadores de la historia, se cree el salvador
de la patria, y esconde tras la falacia del nacionalismo exacerbado sus propios
miedos a los que piensan diferente. Quien
sabe si el propio intento golpista ha sido pactado con los propios militares
por él mismo.
¿Qué hará Europa y la comunidad internacional? Nada, porque aunque ven con
recelo sus actos represivos, acabarán pasando por el aro para ponerse a su
servicio para lo que fuera menester, atendiendo únicamente a intereses
económicos y geoestratégicos. Salvo dictaduras muy lejanas al mundo civilizado donde
no hay intereses económicos, pocas reacciones contundentes hemos visto del
mundo occidental a este tipo de actos. Turquía
es un país clave para Europa, por su posición geográfica y también, porqué
no decirlo, porque cuenta con uno de los ejércitos más poderosos del mundo, con
más de un millón de efectivos.
Asistimos en Turquía a un autogolpe de Erdogan para afianzar
su mando,
meter el miedo en el cuerpo a los opositores y perpetuarse en el poder. Se
fortaleció para demostrar que es invencible. Lo siento por los turcos, que son quienes realmente van a sufrir las
consecuencias de un nuevo dictador.
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