Pontevedra, 15 Abril de 2016
El centro político, la denominada centralidad, se ha convertido en objeto de deseo y en la llave de poder tras la fragmentación del voto que se vive en España. Las ideas centradas, las que valen para los polos más moderados de la derecha y la izquierda, son el objetivo a conseguir en el juego de fuerzas del arco parlamentario español. Y prácticamente ha sido siempre así, el poder lo obtiene siempre el partido que más se acerca al centro y que saca una mejor tajada de esa parte del electorado.
Con esa vocación nació UPyD, pero se ha ido diluyendo como un azucarillo en el café. El primer partido de los llamados emergentes, se ha desintegrado a una velocidad de vértigo, tanto que ya no tiene sede en la capital. En el número 11 de la calle Cedaceros de Madrid, donde el partido tenía su cuartel general, han metido en cajas vacías todos sus eslóganes porque ya no hay dinero para mantener el local.
UPyD ha sido desahuciado de la escena política
hace tres meses
tras las elecciones generales. Han
hecho una carrera meteórica, tanto de subida como de bajada, y han pasado de cinco diputados a cero.
Andrés Herzog, portavoz nacional del partido y
candidato el 20-D, dimitió y dejó UPyD en manos de una gestora en la que Gorka Maneiro asumió la portavocía como
el último superviviente. Es además el único escaño que le queda a la formación,
como diputado en el parlamento vasco. En las últimas elecciones autonómicas y
municipales UPyD apenas sumó 230.000 votos, la mitad que cuatro años antes,
y se quedó sin representación autonómica. Sólo queda Maneiro, aunque pude ser porque en el País Vasco no habrá
elecciones hasta el próximo octubre. Llegado el momento, veremos si se mantiene esta
situación.
La puntilla le llegó al partido rosa en las últimas
generales, con unos resultados que supusieron una auténtica hecatombe, y no llegaron ni a recabar siquiera el 1% de
los votos, siendo incluso superado por el Partido Animalista. Fin de un ciclo que los dirigentes del partido
han manejado a modo de montaña rusa, con altibajos constantes en sus
planteamientos. Desde su fundación, el partido
tardó solo un año en entrar en el Congreso, y en cuatro años multiplicó por
cinco su representación, y en ocho se multiplicó por cero. Lo dicho, carrera meteórica de la nada al todo y del
todo a la nada.
Ahora en el partido se echan las manos a la cabeza y le
dan vueltas a lo que han podido ser y no son. Atrás quedan los momentos en que
se vieron como la bisagra de los grandes partidos, o la oportunidad perdida de
asociarse con Ciudadanos. El problema
puede que no sean las ideas que defienden, sino el ego de sus representantes.
Se ven obligados a cambiar su sede en Madrid, y a
recortar el presupuesto de forma drástica, además de despedir a buena parte de
sus empleados y abandonar la mayoría de las causas judiciales en las que se
embarcó y que fueron bandera de su lucha contra la corrupción política. UPyD nació como nueva política y murió a
manos de la nueva política. Curiosa contradicción.
Publicado en PontevedraViva.com el día 15 de Abril de 2016
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