Pontevedra, 29 Abril de 2016
De Pablo Iglesias sabíamos que era profesor de la
Complutense, político y la principal figura del partido de Podemos, pero con el
tiempo vamos descubriendo muchas más cosas de su personalidad que lo alejan de la imagen de hombre tranquilo
que desprende. De aquel joven tertuliano de los programas televisivos al de
hoy hay un trecho. Por aquel entonces parecía un universitario avezado, con
buena dialéctica, que decía todo lo que queríamos oír y que le recriminaba a
los políticos de toda la vida la inacción a la hora de adoptar las medidas que
a todos nos parecían de obligado cumplimiento. Destilaba frescura, desparpajo y
un mensaje fácil de entender. Además tuvo la suerte, o la oportunidad, de
llegar en el momento justo, cuando la sociedad española estaba hastiada de los
políticos y con una crisis galopante que le ahogaba.
Pablo Iglesias es un buen orador, no se le puede negar, y
está bien formado, pero solo con oratoria no se cambian las cosas. Hay que
hacer algo más que un bonito y locuaz discurso. Con el tiempo le hemos
descubierto cómo lo que verdaderamente es, un
ególatra, un déspota, un chulo y un sectario, que se cree en poder de la
única verdad posible, porque su verdad es la verdad. Una persona como él,
formada y formadora, debería saber que la verdad no es única, que eso es propio
de regímenes totalitarios a los que él, se empeña en dar pábulo por no condenar
de forma severa. Y todo esto, viniendo de una persona que se considera de
izquierdas, es todavía si cabe, más grave. Su discurso está preñado de
sensacionalismo y de exhibicionismo más que de realidad. Todo es postureo.
Actuaciones como la protagonizada hace unos días con un
periodista al que humilló delante de estudiantes universitarios, vejando al que
opina de forma diferente a la suya, con un estilo tan prepotente, le retratan.
Debería ser más respetuoso con la prensa, porque tiene más que agradecerle que
reprocharle, no en vano ha subido a los altares políticos de este país gracias
a una cadena de televisión que le ha tenido un día si y otro también en todos
los programas de máxima audiencia.
Sin embargo esta actitud no es nueva, y responde a una
visión de lo que para él es la democracia, que incluye, ente otras cosas, el poder absoluto sobre los medios de
comunicación. Suena bastante rancio y chocante, que para alguien
inteligente, que domina la comunicación y que tiene asegurada su presencia en
todos los medios que quiera para proclamar su discurso, lleve tan mal las
opiniones críticas hacia su persona y su partido
Pero lo ha vuelto a hacer, ha cargado contra la prensa, y
no es la primera vez que lo hace. Y aunque se ha disculpado, sin duda por la
presión a la que ha sido sometido, es verdad que su primera reacción es la de
morder. Si por él fuera, los medios de comunicación estarían controlados por el
Estado. Incluso llegó a decir que no
debería de haber medios de comunicación privados. Declaraciones
inadmisibles de quién, para mayor escarnio, trata de aspirar a la presidencia
del Gobierno.
Pablo Iglesias Turrión está quedando evidencia ante la
sociedad española. De momento solo hay palabras huecas, intereses personales y
pocos hechos. Tienen razón los que le comparan con Rajoy, porque les une un
interés común. Ambos necesitan la mayoría absoluta para poder gobernar. Espero que las urnas los pongan a ambos
donde se merecen.
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