András, 19 noviembre de 2023
En marzo de 1996, el Partido Popular presidido por José María Aznar, ganó las elecciones, pero no logró mayoría absoluta, necesitando del pacto con los independentistas catalanes para poder formar gobierno. Lo hizo con CIU, el partido de Jordi Pujol que ahora es el de Puigdemont.
Para conseguir los 16 votos que necesitaba de los independentistas catalanes, Aznar cedió en todo lo que pidió Pujol, haciéndole un traje a medida de competencias, transferencias y recursos económicos.
Concretamente, entregó la gestión prisiones, la policía autonómica, retiró de Cataluña a la Guardia Civil de Tráfico, concedió TV3, entregó la gestión de Puertos del Estado, el 15% del IRPF, el 40% de impuestos especiales, el 35% del IVA, indultó a 16 condenados por terrorismo de Terra Lliure, concedió a Cataluña el acceso a los fondos europeos de cohesión, indultó a condenados por corrupción, calificó a Pujol de hombre de Estado, además de presumir de hablar catalán en la intimidad. Por cierto, todo ello, sin estar incluido en el programa electoral con el que el PP ganó las elecciones.
Ante este derroche de concesiones, nadie dijo que el Gobierno de Aznar era ilegítimo, nadie lo acusó de fraude electoral, nadie ldii que en España se estaba produciendo un golpe de estado, ni hubo violencia, ni insultaron a Aznar, ni le llamaron traidor, ni se rompía España, ni estaba en riesgo la democracia ni siquiera el estado de derecho corría peligro y, por supuesto, nadie salió a manifestarse en la calle Génova profiriendo graves insultos al presidente legítimo del Gobierno de España.
Porque eso es la política, pactar, negociar, ceder, acordar y, en definitiva, acatar las normas democráticas que tenemos y que, cada gobierno, en su momento, utiliza de la mejor forma que puede. Así, Aznar fue investido presidente, porque se acataron las leyes y la Constitución. Todo lo contrario de lo que ocurre hoy porque la derecha y la ultraderecha, mienten y no acatan las normas democráticas, manipulando a la ciudadanía y provocando la ruptura y el odio entre españoles.
Imaginemos, por un momento, qué se estaría diciendo ahora si, además de conceder una amnistía, al PSOE se le hubiera ocurrido retirar las Fuerzas de Seguridad del Estado de Cataluña en este contexto. Posiblemente estarían llamando al Ejército a tomar las calles sin tapujos. No olvidemos la historia, y respetemos la victoria del adversario que, aunque amarga, es igual de legítima que la propia.
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