András, 06 de Mayo de 2022
En España nos
entretenemos estos días con historias de espías debido a las más de 1.400 infecciones
de teléfonos móviles que, presuntamente de forma ilegal, se han llevado a
cabo. Hasta que nos enteramos que entre los espiados estaban Margarita
Robles y Pedro Sánchez, lo realmente relevante era la presencia de algunos
independentistas catalanes en el grupo de los escogidos.
Éstos, que se caracterizan por el uso permanente de la doble vara de medir, sin conocer la realidad de los hechos e incluso antes de escuchar las explicaciones que la directora del CNI tenía que ofrecer, ya se habían preocupado de establecer los hechos, las responsabilidades y las penas aplicables a las mismas. Es lo que tiene asumir los papeles de instructor, juez y jurado al mismo tiempo.
El caso es que, siendo este un asunto muy feo, tampoco deberíamos echarnos las manos a la cabeza, a fin de cuentas, los espías no son nada nuevo. Se espía todo, empresas, empleados, parejas, países… Por tanto, por ahí no debería de haber ningún sobresalto.
Todos los estados del mundo espían a la gente que tiene poder y a los sospechosos de cometer algún delito grave contra la integridad nacional. Otra cosa es la legalidad con la que se haya podido ejercer el espionaje.
El asunto introduce un vector de imprevisibilidad en nuestras vidas y, concretamente, en la vida política. Nos tiene a todos en vilo pensando cual será el siguiente capítulo que nos espera por conocer. Incluso entre los propios independentistas, que igual que compiten entre ellos para saber cuál es el más radical y antiespañol de todos, les puede entrar un ataque de celos por no haber sido uno de los elegidos para el espionaje.
Ironía aparte, hay que diferenciar dos planos es todo este asunto, con intereses y, por supuesto, dudas bien diferentes. Por un lado, respecto de las escuchas a los independentistas, si se demostrase que hubiera sido el propio Gobierno el responsable de las mismas, parece claro que toda escucha de un teléfono móvil se debe hacer con permiso judicial y por razones no de espionaje político, sino por los vínculos que los espiados pudieran tener con organizaciones o actividades delictivas.
Es decir, si espiar a alguien tiene como motivación el tener controlados a los enemigos de la nación, parece claro que los independentistas radicales catalanes que se dedican a fomentar la violencia contra el Estado deben de ser un claro objetivo.
Y, por otro lado, respecto de las infecciones de los móviles de la ministra de Defensa y del presidente del Gobierno, habría que preguntarse porqué el CNI no es capaz de controlar que esto pueda ocurrir. En definitiva, si el Centro Nacional de la Inteligencia española no puede garantizar la intimidad de los propios miembros del Gobierno, entonces ¿para qué está?
Publicado en PontevedraViva.com el día 06 de Mayo de 2022
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