András, 24 Octubre de 2021
Hay tipos que, por más blanqueo que reciban, nunca dejan de ser tóxicos. Pretenden ser hermanitas de la caridad, pero en cuanto se relajan un poco, les sale el chulo perdonavidas que llevan dentro.
Eso es lo que pasa a Otegui, que es capaz de interpretar el papel de líder social que, en aras de la convivencia y empatizando con las víctimas de ETA, les traslada su sentimiento por el dolor que nunca debió haberse producido, tan solemne, tan humano tan afligido; y al rato puede estar presumiendo ante los suyos del fantástico golpe de efecto que había conseguido con la primera interpretación.
El problema es que, quién le otorga credibilidad, se ve obligado a tener que desmentir al día siguiente que ha pactado su apoyo parlamentario. Bildu tiene cinco escaños en el Congreso de los Diputados, pero ha sido el propio Gobierno quien ha hecho posible que esos cinco escaños parezcan cincuenta, por el empeño que demuestra en contar con ellos para los presupuestos generales del Estado y para sus otros proyectos. Y esto les ha dado alas, haciendo que se sientan indispensable en la política nacional, porque saben cómo encontrar la manera de rentabilizarlo.
En su desmentido, con la boca pequeña, dice en el Gobierno que con Bildu solo hablan de números, pero Otegui también habla solo de números. Concretamente de 200, que son los presos etarras que quedan en las cárceles y que pretende que el Gobierno libere.
Lo que pretende es que cale la idea del trueque de presupuestos por presos y por eso, Pedro Sánchez, respondió un no rotundo a la interpelación de Pablo Casado en la sesión de control. La pregunta que debemos hacernos es, ¿qué valor tiene a estas alturas la palabra del presidente? ¿No dijo lo mismo sobre los indultos a los presos el procés?
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