András, 30 Octubre de 2021
Los herederos del fascismo español siguen vivos, se han reunificado y conviven en un partido llamado Vox. Han apretado el acelerador del miedo, y a su catálogo de desprecios ya conocidos, como criminalizar a menores desprotegidos, la negación de las mujeres asesinadas por la violencia de género, acusar directamente al gobierno de las muertes de la pandemia, o reclamar que se vayan de España sus adversarios políticos, han añadido la banalización de las amenazas de muerte a políticos.
La escalada de los dirigentes de Vox ha llegado muy lejos, y sus acciones se han fomentado y consentido desde todos los ámbitos. Empezando por la propia derecha española, que pactan con ellos y los reciben con los brazos abiertos allá donde haga falta. Se está normalizando el discurso del odio, el fanatismo y el propio fascismo porque, lo que representan y defienden, no es otra cosa que fascismo, totalitarismo.
Les han dejado despegar pensando que no serían relevantes, pero están cogiendo un vuelo que podría ser muy peligroso. No se puede consentir la normalización de la violencia verbal y la negación del que piensa diferente, porque cuando estas cosas ocurren, el riesgo de romper la convivencia democrática es elevado, con las consiguientes consecuencias políticas, sociales y democráticas. Por muy duro que parezca, la democracia española podría estar en riesgo.
Estamos en pleno siglo XXI, con más de cuarenta años de democracia moderna y exitosa, sin embargo, algunos se empeñan todavía en volver a revivir el viejo discurso de "democracia sí", "democracia no".
Vuelven los viejos fantasmas para asustarnos con el mantra de libertad frente a comunismo. En sí mismo, el eslogan se les vuelve en contra y el mensaje es claro: o se está con los demócratas, o se está con quiénes quieren romper la baraja y la convivencia.
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