András, 09 Agosto de 2020
Es curioso el efecto que ejerce el tiempo sobre las cosas, sobre las personas en general y sobre cada uno de nosotros en particular. Ejecuta su tarea de forma impecable, implacable y eficaz. Lo relativiza y lo cambia todo. Pone a todo y a todos en su sitio, y lo hace siempre de forma totalmente igualitaria, porque el tiempo pasa para todos. Nadie se libra de su efecto.
Nos pasamos la vida esperando un tiempo mejor, pero el tiempo siempre es el mismo, lo único que cambian son las circunstancias que lo envuelven. Queremos más tiempo para hacer cosas que no hacemos normalmente pero, ¿para qué queremos más tiempo si el tiempo es relativo? El tiempo no cambia, no aumenta, somos nosotros los que cambiamos por su inevitable acción.
Lo único que podemos hacer es aprovecharlo mejor o peor, gastarlo de diferente forma. Dar la importancia que hay que darle a cada cosa, para que el tiempo no haga que lo perdamos en cosas absurdas que no nos llevan a ningún lado. El tiempo nos hace cambiar sin que apenas nos demos cuenta y cuando creamos haber alcanzado la plenitud, esos objetivos que nos marcamos, nos habremos quedado sin él, porque habrá dejado de pasar por nuestra vida.
Afortunadamente, siempre nos quedará algún lugar en el que refugiarnos, aquel donde parece que el tiempo se detiene. En nuestra mente, nuestros pensamientos, ahí el tiempo no pasa. Está siempre detenido en el mismo lugar que nosotros queremos. Como la playlist de nuestra banda sonora, la de nuestra vida, que suena siempre que queremos desde el punto exacto que queremos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario