viernes, 14 de agosto de 2020

Amistad y Servicio

András, 14 Agosto de 2020


Las empresas medianas, las conocidas como PYMES, son mayoría en nuestro país, constituyen una fuente de generación de empleo importante y, gracias a ellas, miles de personas construyen su proyecto de vida. De entre todas, destacan las familiares, aquellas que partiendo de un fundador, han crecido lo suficiente como para que buena parte de sus miembros puedan desempeñar toda su experiencia laboral en la propia empresa. Sin embargo, es precisamente ese hecho el que, en ocasiones, se convierte en el peor enemigo de la empresa llegando a provocar incluso, daños irreparables.

 

Almacenes Celso Míguez es un buen ejemplo. Una empresa familiar que partió de cero, que llegó a la cumbre y que está en proceso de descomposición porque ha caído en todos los errores que puede caer una empresa familiar. No han resuelto el asunto de la sucesión, han confundido la capacidad con la propiedad, no han separado la economía familiar de la empresarial y no han tenido quién se preocupase por asumir la continuidad del negocio.

 

En su caso además, todo se ha agravado porque la reputación de la familia, caída por los suelos, ha ido directamente ligada a la empresarial, acabando por arrastrarla también. Para que esto no hubiera ocurrido, deberían haber contado con una filosofía empresarial clara y unos códigos de conducta estrictos, algo que, por desgracia, ha brillado por su ausencia.

 

Anclada en un modelo de gestión antiguo, que funcionó mientras el fundador estuvo al frente, en la actualidad no cuenta con las personas adecuadas en los puestos clave, no hay un modelo de empresa, no hay objetivos, no hay control de costes y no hay gestión del personal. En definitiva, no hay nada que deje atisbar un rayo de esperanza para el futuro.

 

Y aquí no valen excusas de crisis financieras o pandemias. El problema viene de atrás, y ha provocado que en la actualidad se trate de una empresa descabezada, sin rumbo, sin dirección, y con un montón de problemas estructurales que le están afectando a la propia supervivencia.

 

Algún día, alguien tendrá que explicar cómo una empresa puntera en el sector, con marcas exclusivas, con casi 75 años de historia, con un fundador que era un tiburón para los negocios, pudo llegar a la situación en la que se encuentra actualmente hasta llegar a la pérdida de más del 50% de la facturación que llegó a tener y al borde de la desaparición.

 

Desde que el fundador se retiró de la primera línea, los tropiezos han sido constantes, con demasiadas intromisiones y confusiones entre la familia y la empresa.

 

Por eso sus empleados se manifestaron por las calles de Pontevedra. Porque no pueden más, porque llevan meses sin cobrar, porque se sienten maltratados por la dirección, por el ninguneo constante, por la falta de medios y, sobre todo, porque después de haberlo dado todo por la empresa y por la memoria del propio fundador, ahora ven el futuro laboral en peligro y comprometido su proyecto personal.

 

Publicado en PontevedraViva.com el día 14 Agosto de 2020





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