Pontevedra, 21 Julio de 2017
Puigdemont cogió el relevo de Mas, y como a éste, solo
le queda la huida hacia delante, cueste lo que cueste. Y como sabe que lo que pretende es ilegal, su estrategia consiste en
poner al frente de los puestos clave a personas totalmente involucradas con la
causa soberanista que estén dispuestas a saltarse la ley. Por eso ha cesado
al jefe de los Mossos, porque no estaba dispuesto a que la policía ejerciese su
trabajo, que no es otro que cumplir y hacer cumplir la ley. ¿Y si pretenden saltarse las leyes para
conseguir su objetivo, que no harán con ellas cuando lo hayan conseguido?
En el circo que Puigdemont y sus adeptos tienen
montado, cada vez crecen más enanos. A
medida que se acerca la fecha para el ansiado referendo de independencia, el
que les llevará a la tan deseada República Catalana, hay más desertores en el
bando independentista. Sobre todo cuando se han enterado que participar en este
proceso totalmente ilegal, además de inhabilitaciones o penas de cárcel, podría
irles al bolsillo por las repercusiones económicas que de ello pudieran derivarse
(miren el caso de Artur Mas). Ahí es cuando se han dicho que si es así, mejor
se lo van a pensar. Y es normal, porque una cosa es ser independentista y otra
muy diferente ser tonto.
Este problema se hubiera arreglado como se arregló
toda la vida, es decir, untando de
dinero los bolsillos de los catalanes, como se ha hecho con los vascos y los
canarios hace unas semanas. Porque el independentismo catalán tiene un precio,
y los independentistas también.
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