Pontevedra, 14 Julio de 2017
El G20 es un club de países ricos que representan el 85% de la economía
mundial. Mantienen reuniones frecuentes con el objetivo (teórico) de
discutir sobre problemas que nos afectan a todos y proponer soluciones. Esa es
la teoría, porque en realidad solo sirven
para que los socios saquen pecho entre ellos y, con la llegada al club de
algunos personajes poco recomendables, ver quien hace la bravuconada más
extravagante.
Esta semana se han reunido en
Hamburgo, y las conclusiones son las de siempre. De hecho, podrían tenerlas
escritas de casa. Como mucho, buenas intenciones por parte de algunos (ni
siquiera de todos) y poco más. Llevan
casi 20 años hablando de lo mismo pero no se ven resultados. Temas como la economía,
el comercio, el terrorismo, el desarrollo sostenible, el clima y la energía,
son recurrentes en cada reunión, pero las soluciones todavía están por llegar. Más
bien la voluntad de aplicarlas, porque soluciones si que hay.
Que países como China o
Rusia traten de forma tan banal temas tan importantes es, hasta cierto punto,
normal, sobre todo viendo los representantes que tienen. Pero sorprende la posición de países más
“civilizados” y, sobre todo, la de Europa, que comparece, equivocadamente,
por separado.
Europa debería asistir a título individual, con una sola voz. Sobre todo para diferenciarse de algunos países
que, sin serlo, actúan como dictaduras. Sin controles, sin reglas, sin que
nadie sea capaz de decirles lo que hacen mal y lo que deberían de hacer.
Europa debe caracterizarse
por ser una sociedad rica, pero que antepone
los derechos de las personas y el futuro del planeta a la economía. Los
ricos, no deben olvidar que para serlo, necesitan de los pobres para seguir
siéndolo.
Publicado en PontevedraViva.com el día 14 de Julio de 2017
Publicado en PontevedraViva.com el día 14 de Julio de 2017
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