Pontevedra, 18 Marzo de 2016
En España somos
muy dados a ensalzar las virtudes de nuestros compatriotas ilustres una vez que
han fallecido. Sin embargo, hay unos cuantos deportistas con los que hacemos ciertas
excepciones, porque además de ser unos extraordinarios competidores en sus
respectivas disciplinas, destacan por
una educación y un talante fuera de toda duda que les ha hecho ganarse el respeto
de todos, incluidos sus adversarios. Quizás el caso más significativo es el
de Rafa Nadal, que estos días ha
tenido que salir de nuevo al paso de unas acusaciones de dopaje. En esta
ocasión, ha sido la exministra de
Sanidad y Deportes con Sarcozy, Roselyne Bachelot, la que ha tratado de
ensuciar el buen nombre de Nadal, y esta señora ha de saber que a nuestro Rafa
no se le toca.
Es curioso que todos los ataques le lleguen a Nadal desde
la vecina República francesa, que a pesar de contar con una amplia experiencia
democrática y de ser el país de las libertades, parece ser también el de la envidia, y no puede soportar que los
deportistas españoles sean mejores que los suyos.
Posiblemente sea entendible que nos tengan un cierto
resquemor, ya que durante muchos años les hemos amargado las tardes de verano.
Los ataques a deportistas españoles han comenzado años
atrás y se deben sin duda a la poca deportividad con la que los galos asumen la
superioridad de los nuestros. Alberto
Contador, Indurain, Fernando Alonso, Pau Gasol, Marc Márquez, Lorenzo o el
propio Rafa Nadal, son algunas de sus pesadillas. No tienen con quien
competir ante estos grandes monstruos del deporte mundial, y por eso se ceban
donde más duele, que es acusándolos de
doparse. Y lo hacen sin prueba alguna, simplemente tiran la piedra y
esconden la mano.
Esta situación comenzó a principios de los noventa, cuando Miguel Indurain, tras conseguir sus cinco Tour de Francia, se convirtió en el blanco de sus iras. De hecho, los medios franceses se hicieron eco de
un supuesto caso de dopaje del español que la propia UCI había considerado nulo. Pero el navarro solo fue el primero
de una larga lista, que empezó a crecer cuando el deporte español comenzó a dominar en muchas
disciplinas.
Se han cumplido
ya tres décadas desde la última victoria de un francés en el Tour y desde que han levantado la
última Copa de los Mosqueteros. Francia organiza la mejor carrera ciclista y el
mejor torneo de tenis del mundo, pero sus deportistas llevan una eternidad sin
conquistar sus propios títulos. Hay que reconocer que eso tiene que fastidiar
mucho.
Por el contrario, los
españoles acostumbran a ir a tierras francesas a conquistarlo todo. En los
últimos años hemos ganado el Tour de Francia hasta en diez ocasiones, y el
Roland Garros en catorce, nueve de ellas para Rafa Nadal.
No se adivinan a corto plazo campeones franceses para
ambas pruebas, así que la travesía en el desierto puede prolongarse más tiempo.
Entretanto, los ataques al deporte español desde varios frentes no han cesado. Cierto es que España acarrea sobre sus
espaldas la vergonzante Operación Puerto, pero Francia también acumula algunos
de los casos de dopaje más graves de la historia.
Pero es sintomática la
inquina que sufre Rafa Nadal, el tenista que más veces ha ganado Roland
Garros y que jamás ha dado positivo; o los
abucheos a Pau Gasol hace un año cuando España ganó el Eurobasket pasando
por encima, claro está, de Francia.
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