András, 10 Diciembre de 2021
En el día de la Constitución, el presidente del Gobierno dijo que lo mejor que se puede hacer por ella es cumplirla "de pe a pa". Evidentemente, no pensaba lo que estaba diciendo. Quizás movido por esa tremenda facilidad que tienen los políticos para cambiar el discurso en función de las circunstancias, incluso dependiendo del interlocutor que tienen delante, pero decir una cosa y la contraria sin ruborizarse, es una habilidad que muy pocos tienen.
Un día defienden la Carta Magna y al siguiente se alinean con quienes pretenden su derogación. Pero al otro prometen una reforma profunda para, finalmente, asegurar que lo que hay que hacer es cumplirla "de pe a pa".
La Constitución se ha convertido en un texto que los partidos políticos utilizan para atizarse entre ellos. Unos, con el engañoso discurso de la herencia franquista, y los otros con el no menos falso argumento de que no se puede tocar. Ninguno tiene razón, porque ni la Constitución es una herencia de la dictadura, y mucho menos intocable. De hecho, necesita una reforma en condiciones que la adapte a los tiempos actuales.
Sin embargo, lo primero que habría que hacer es acercarla a la ciudadanía, porque una cuarta parte de la población no la conocen, y posiblemente el porcentaje de quienes no la han leído sea muy superior. No digamos ya quienes no saben cómo y porqué llega la Constitución a nuestras vidas. Por tanto, antes de hablar de reformas, se debería de hacer un ejercicio de pedagogía global, una especie de remake, ahora que están tan de moda, y convertir la Constitución en una asignatura para cada etapa de la vida de un estudiante.
Es verdad que, posiblemente por voluntad de los propios redactores, se trata de un texto tremendamente ambiguo, que en muchos de sus puntos ha admitido y amparado reformas legales que no estaban en su espíritu, y que en otros casos no ha podido hacerlo porque las ambigüedades no eran suficientes y, también, porque los mecanismos para su modificación son muy dificultosos.
Pero es precisamente esa ambigüedad la que fomenta que cada partido político quiera hacer con ella lo que le venga en gana, y que cada uno tenga su propia interpretación. Todos quieren decir que quienes representan su espíritu, son ellos, y ese es, en esencia, uno de los problemas de esta Constitución, que está despojada de espíritu propio, en la que se hacen muchas proclamaciones aunque, la mayoría de ellas, muy vagas.
Publicado en PontevedraViva.com el día 10 de Diciembre de 2021
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