András, 05 Diciembre de 2021
España ha entrado en un carrusel de concentraciones, huelgas y protestas. Era visto que la cosa acabaría así. Tantas subidas de precios tenían que acabar haciendo mella en los profesionales más afectados. En realidad, las consecuencias las sufrimos todos los consumidores, pero solo los más vulnerables se atreven a salir a la calle para exigir soluciones.
Lo cierto es que hay conflictos de todo tipo, porque no es lo mismo el conflicto clásico del metal de Cádiz, con los sindicatos enfrentados a la patronal, que el de los funcionarios de la Policía, o lo que pueda suceder con los transportistas o los trabajadores del campo por el precio del gasóleo.
Y, por supuesto, no es lo mismo una huelga para presionar a los empresarios de turno, que un paro patronal para presionar al Gobierno. En lo que se parecen, y les une, es en las protestas en sí mismas y lo que ello supone de desestabilización global para la sociedad.
Hay que ver qué rápido se olvida todo aquí. Vamos dando bandazos y nos encanta el momento, la foto, el instante. Vivimos del momento concreto, tenemos muy poca visión de futuro. Somos de memoria corta, y el pasado, solo lo recordamos para atizarnos o amenazar con repetirlo.
¿Recuerdan cuándo se aplaudía a los transportistas, o cuándo se decía que los productores agrícolas y ganaderos eran unos héroes porque mantenían los lineales de los supermercados abastecidos? Pues todo eso ya es historia. La pandemia ya no amenaza como antes, y ahora ya nadie se acuerda de ellos. Las cosas están volviendo a su cauce, y los agricultores relegados de nuevo al olvido.
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