Pontevedra, 11 Agosto de 2017
Una de las peores cosas que nos podemos encontrar
en la vida es la falta de objetividad.
Es cierto que ser objetivo es prácticamente imposible porque solemos tender
hacia una posición; pero una cosa es tratar de defender una postura y otra muy
diferente no querer ver la realidad y ponerse siempre de una parte obviando la evidencia.
Esto pasa con frecuencia y tenemos
ejemplos diarios con el fútbol y la política, donde lo importante es que ganen
los propios y no como lo hagan, y mucho menos reconociendo los méritos del
adversario que, casi siempre, se considera enemigo.
Concretamente en la política, la falta de
objetividad y el doble rasero están a la orden del día. Los políticos dicen una cosa y la contraria en un corto plazo de tiempo
y defienden ambas posturas con la misma vehemencia, sin apenas sonrojarse
por las contradicciones en las que puedan caer. Seguramente por la falta de
consecuencias.
Aquellos
que condenan que algunos sectores de la derecha española eviten condenar el
franquismo, cometen el mismo error poniendo paños calientes a la actuación de
Maduro y sus adláteres en Venezuela.
Este tipo de actuaciones, negando la evidencia y
acercando siempre el ascua a la sardina propia, empequeñece las ideas y resta
credibilidad a quienes las defienden. Ya lo dice el refranero español, y es que
no hay peor ciego que el que no quiere ver. Esto es lo que le ocurre a los
políticos, que sufren una ceguera
parcial que solo les permite ver aquello que les interesa y con un discurso
lleno de contradicciones y carente de objetividad, tratan de confundir a
quienes les escuchan.
¿Qué problema hay en reconocer las evidencias? ¿Es que no se puede defender el comunismo y
el anticapitalismo admitiendo que en Venezuela se les ha ido de las manos?
¿Creen que así ganarán más adeptos a su causa? ¿O es que, por el contrario, creen que en el país caribeño las cosas se
están haciendo como ellos querían que se hiciesen aquí?.
La reflexión final siempre debe ser la misma,
porque más allá de estas actitudes políticas, lo grave recae en la propia
ciudadanía, que lo asume sin inmutarse. En el fondo, los ciudadanos tenemos el mismo problema, una ceguera parcial que nos
impide ver la realidad.
Publicado en PontevedraViva.com el día 11 de Agosto de 2017
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